En el artículo anterior, iniciamos este tema; ya introdujimos esto de cómo usar nuestras dificultades, desafíos y dolor interno para crecer y descubrir capacidades «encerradas» en nuestro interior. Y esto por el gusto de redescubrirnos, conocernos más a fondo (y enamorarnos de lo maravillosos que somos), y también para desarrollar dichas capacidades y potenciarlas; en definitiva, poderlas usar a voluntad el resto de nuestra vida.
Así que, hace unos días, te conté en qué consiste el enfoque desde el que puedes extraer lo mejor de la situación, pese a ser dolorosa; de qué trata esta «mirada», con cierto detalle y matizando algunas peculiaridades; diferenciando esta perspectiva de otros enfoques más «populares»; aclarando por qué tiene sentido, etc…). También te hablé de la aplicación de esta «filosofía de vida» en el caso de que tu dificultad sea la enfermedad física.
Y hoy, en este artículo, quiero: Repasar un poco lo anterior; poner algunos ejemplos más; darte claves concretas para que, de verdad, aprendas a usar tu dolor como factor de impulso; señalar las principales dificultades u obstáculos que puedes encontrarte y cómo superarlos… Y, ya para acabar, quisiera aclarar los principales motivos de peso (de mucho peso) por los que bien «merece la pena» aprender este nuevo modo de relacionarnos con nuestras adversidades
Vamos a ello.
Un repaso rápido al post anterior
Mi intención, en ese primer post, entre otras, era la de hacerte comprender (o afianzar en ti un poco más esa idea, si es que ya lo tenías más o menos claro) que la perspectiva que contempla los «problemas» como grandes oportunidades de expansión, no es filosofía «barata»; o una visión edulcorada e ilusa de la vida.
De hecho, personalmente, no soy precisamente una «defensora» acérrima del «pensamiento positivo». Esto tiene su explicación y ciertos matices, pero ésa es otra cuestión. Si te interesa, déjame un comentario para que hable de ello en un próximo artículo. Para resumir, decirte que la base de mi «filosofía de la sanación» se centra en mirar de frente todo lo que hay en nuestro interior, así sea horripilante, para que podamos procesarlo, sanarlo, canalizarlo… Lo que haga falta.
Así que… no. Cuando te digo que puedes usar tus «miserias» como verdadero «trampolín» que te lance a VIVIR, no estoy tratando de ser «positiva». De corazón siento que estoy siendo totalmente realista, objetiva y pragmática.
Puesto que, cuando lidiamos con dificultades y sentimos que la vida nos empuja al borde de nuestros límites, hacemos un brutal gasto de energía en reacciones varias como resistirnos a lo que está pasando, quejarnos, sentir emociones extremas, darle vueltas a la situación buscando salidas, tomar decisiones difíciles, hacer algunos «duelos», etc., me parece inteligente que todo este «despliegue» nos sirva de algo. Ponerlo a nuestro servicio. Que no se quede solo en salir del paso en la situación equis, sino que, con un pequeño «plus» de «trabajo» a nivel de reflexión y consciencia, podamos usar esa «batalla» para llenarnos de recursos que nos sean útiles para próximos desafíos.
Así que, claramente, se trata de ser práctico.
Por otro lado, y en la misma línea, es algo que ya sucede aunque no lo hagamos deliberadamente; aunque ni tan solo nos percatemos de ello. Ya te lo comenté también, de hecho, en el post anterior.
Cuando vivimos algo duro, o desagradable, normalmente, nos lamentamos, nos quejamos, intentamos evitarlo. Ni que decir tiene que, para nada lo hubiéramos elegido libremente. Sin embargo, en infinidad de ocasiones, cuando pasa el tiempo y echamos la vista atrás, nos damos cuenta de que aquello fue para bien. En múltiples sentidos posibles, aquella adversidad, acabó «jugando a nuestro favor».
O sea: Ya recogemos «beneficios» de nuestras «luchas», aunque los resultados externos e inmediatos no fueran los esperados. Recogemos, finalmente, «regalos» de nuestros «fracasos», incluso sin saberlo, sin favorecerlo. De forma, digamos, «accidental» o «residual».
Así que, para mí está claro que, si somos capaces de entender esto y verlo en el momento en que estamos atravesando el trance, a tiempo real, estamos dando un paso más allá. Haremos un trabajo más consciente y depurado; le sacaremos, deliberadamente, más partido a la experiencia y los aprendizajes potenciales que trae consigo. Y, al mismo tiempo, esta comprensión, nos permitirá vivir esa dificultad con mayor paz interna y confianza, a pesar del dolor.
En conclusión, especialmente, lo que pretendía escribiendo la primera parte de este contenido hace unos días, era quitarle «romanticismo teórico» a esto de «usar el dolor para crecer». Sé que a veces nos suena a cliché, a «premio de consolación». Lo sé y lo entiendo. Pero también me genera cierta frustración porque sé que, precisamente por ello, a menudo, nuestra mente desecha ideas como ésta. O, simplemente, las acepta a nivel teórico pero no las convierte en lo que son: verdaderas herramientas con un gran potencial para ayudarte a afrontar la vida con éxito y, lo que es más importante: con sentido.
Esta segunda parte, pretende seguir haciendo este «trabajo»: convencerte de que es inteligente, práctico y realista, ir cada vez más, retirando atención de los acontecimientos externos de tu vida, para volcarla toda en los «acontecimientos» que tienen lugar en tu interior; allá dónde tú tienes el verdadero poder de hacer transformaciones profundas que, por su propio peso, acabarán traduciéndose en avances en tu mundo circunstancial y exterior.
Seguimos.

Otros ejemplos de situación que puede transformarse en oportunidad de crecimiento
¿Qué situaciones difíciles se pueden usar como factor impulso? Pues todas, en realidad. Por crudas que sean.
No niego que hay circunstancias realmente difíciles. Muy duras. Que nos ponen verdaderamente al límite. Y que, por supuesto, cuando las estás viviendo, si alguien te dijera que «tienen un lado positivo», te darían ganas de pegarle.
Pero eso no anula esta «ley». Todo obstáculo puede ser usado como entrenamiento para fortalecerte. Y esa «fuerza» ganada, ya será tuya. Te acompañará en circunstancias, contiendas y encrucijadas venideras. Y, puesto que la dificultad ya la tienes, y no has podido evitarla… ¿Por qué no extraerle el beneficio potencial que contiene?
Al fin y al cabo, no estoy hablando de algo tan «raro» o «lejano». Si te paras a recapacitar un segundo, todos hemos visto, más o menos de cerca, casos de personas que han hecho una transformación increíble; inverosímil de verdad, en cuánto al giro que le dieron al rumbo que llevaba por inercia su vida. Y que lo hicieron a partir de un «revés» que sufrieron, o un obstáculo que parecía ser más grande que ellos.
Se me ocurre ahora el ejemplo de un chico al que conozco de forma un poco «lejana»:
Se trata de una persona que provenía de una familia bastante desestructurada y un entorno conflictivo en general. Tuvo una juventud marcada por las drogas, los problemas con la justicia, relaciones tóxicas… Te puedes imaginar. Su vida fue degradándose gradualmente. Nada parecía indicar un cambio positivo. De hecho, estas situaciones suelen conducir a un bucle; a un círculo vicioso. Por ejemplo: Problemas de autoestima que deterioran las relaciones; problemas de relaciones que deterioran la autoestima… Malos hábitos que deterioran la salud; problemas de salud que propician los malos hábitos. Problemas económicos que favorecen lo anterior… Etc. Sin embargo, en un momento dado, el sufrimiento y el dolor fueron suficientes para este chico. Ingresó voluntariamente en un centro de desintoxicación, dejó las drogas, cambió de entorno y de vida. Se puso a estudiar y montó una empresa, que ahora funciona exitosamente. Y todo eso lo hizo en muy poco tiempo. Es un hombre nuevo, fuerte, con unos valores férreos y un espíritu de superación envidiable. Ocasionalmente da charlas e inspira a muchos.
Te lo estoy resumiendo mucho, claro. Hubieron muchos entresijos, pero con esto te puedes hacer una «foto» general.
Es un claro ejemplo en el que no puedes dejar de ver que su obstáculo le propició un escenario perfecto para tener claro lo que no quería, detectar entonces lo que sí quería, reunir fuerzas y motivos para dirigirse a ello, así como el coraje y la confianza en sí mismo cuando no parecía haber motivos, etc… ¿Hubiera forjado esa fortaleza, ese bagaje de sabiduría, esa relación de compromiso consigo mismo, si su vida hubiera sido más fácil? Muy posiblemente, no.
Está claro que la «magia» no la generó la circunstancia adversa por sí misma. Él fue quién la usó para crecer. Pero la circunstancia fue un elemento importante de la «ecuación». El desafío fue su «gimnasio», pero él fue quién «entrenó duro» con perseverancia hasta transformarse. O, para usar otra metáfora: La adversidad fue su «trampolín», pero él fue quién «saltó».

Ésta es la historia que se me ha ocurrido. Pero hay miles de ejemplos, de diferentes tipos y grados.
También todos hemos sido testigos, seguro, del ejemplo contrario: Hemos visto cómo alguien, a partir de una dificultad, ha ido dejándose arrastrar por reacciones poco constructivas y tomando malas decisiones; entrando cada vez más en el círculo vicioso que describíamos en el ejemplo anterior. Es más, esa persona parece no estar aprendiendo nada, sino más bien todo lo contrario.
Y esto es así porque nuestra libre elección, nuestro libre albedrío, juega un papel de suma importancia. Podríamos decir que:
Quizá no puedes elegir lo que te pasa, pero SIEMPRE puedes elegir quién quieres SER al respecto de ello.
Y, por supuesto, no te estoy sugiriendo, para nada, que te autoimpongas un «pensamiento positivo», sí o sí, aplastando tus sentimientos genuinos. Ya hemos hablado de ello.
Te animo a que sientas con coherencia y coraje lo que verdaderamente emerja de ti. Que llores plenamente, si es lo que te nace. Que sientas tu rabia, si es tu caso, te la permitas e intentes canalizarla de algún modo. En definitiva, deja que el dolor te «atraviese». Sin resistencias. Pero aprende a vivir todo esto sin exceso de dramas, sin polarizarte. De algún modo, con un ápice de confianza en que lo que está pasando tiene un sentido. Y, sobre todo, vive toda esa intensidad con la consciencia despierta. Observándote tú.
Tendemos a fijarnos en exceso en las circunstancias externas, polarizándonos frente a ellas (asumiendo que hay opciones buenas y opciones malas). Eso genera resistencias, corazas, desconexión con uno mismo, «vías de escape», automatismos, mecanismos de defensa, apegos, expectativas, fantasías. Todo ello te aleja de ti; por lo tanto, te aleja de tu potencial.
Dicho todo esto, te cito algunos ejemplos en los que puede aplicarse esta visión «transformativa». Pero desde luego, cualquier reto que te ponga la vida, cabría dentro de este listado:
- Un ruptura sentimental
- Un conflicto con alguien cercano
- La pérdida de un empleo
- Una crisis económica
- La dificultad en un aprendizaje
- Un problema de salud
- La muerte de un ser querido
- Una aparente carencia de recursos
- La opresión por parte de alguien (o un organismo) de autoridad
- Una decisión difícil
Etc., etc. O incluso una mezcla de varios de estos (u otros) ejemplos
Todas estas situaciones, y cualquiera que puedas imaginarte, se pueden enfocar desde el punto de vista que estamos abordando en este artículo. Evidentemente, en cada caso, la aplicación tendrá una forma o una plasmación distinta. Pero la base, el trasfondo, siempre será el mismo.
Dificultades para integrar esta visión
Por supuesto, hacer tuya esta percepción de la realidad, a la hora de la verdad, no es, precisamente, «un paseo por el campo». Tiene su intríngulis. Así que vamos a hablar de los posibles obstáculos que puedes encontrarte a la hora de aplicarla.
Evidentemente, no puedo desglosarte todas y cada una de las dificultades que tú, particularmente, puedes encontrarte a la hora de integrar y aplicar esta perspectiva de tus «problemas». Eso va a depender de un sinfín de factores y de tus idiosincrasias concretas, y las de tu vida. Pero sí te voy a señalar algunas trabas muy recurrentes, para que puedas identificarlas fácilmente, cuando se te pongan delante. Y, en consecuencia, sepas como «capearlas»:
La manera automática, instintiva, de contemplar la realidad y abordar los problemas, es fijar nuestra atención en lo externo (las circunstancias, las otras personas…), analizarlo con minuciosidad (a veces compulsivamente) y, por consiguiente, buscar también allí la solución que necesitamos.
Constantemente recibimos retroalimentación de nuestro entorno (la educación, los medios de comunicación, las personas de nuestro entorno…) que nos lleva a seguir con el patrón anterior.
Solemos tener una especie de adicción al modo de reacción mencionado. Pareciera que, nuestro «escenario» externo, (o más bien nuestra percepción del mismo) ejerce sobre nosotros una especie de «hipnosis». Nos atrapa la atención y eso nos dificulta el observarnos a nosotros mismos, analizar nuestros patrones y buscar allí los cambios que necesitamos.
Solemos confundir nuestra percepción de la realidad con la realidad objetiva. O dicho de otro modo: no solemos cuestionar demasiado nuestra percepción. Creemos que es el único modo posible de ver las cosas. (Quizá racionalmente sabemos que no es así, pero en un momento de intensidad, solemos dejarnos arrastrar por las emociones que corroboran nuestra visión de los hechos).
Hacer cosas en el mundo externo parece lo más efectivo, ya que los resultados son más inmediatos (pero poco duraderos si nuestros actos no provienen de una transformación interna profunda).
En la mayoría de nosotros, aún predomina la percepción dual de las cosas; aquella en la que todo es blanco o negro. Y esta distorsión de la percepción está muy ligada con la «realidad aparente». Así, si tenemos un problema y no nos lanzamos a hacer algo tangible rápidamente, parece que no estamos haciendo nada. A menudo, pensamos que solo hay dos opciones (blanco o negro) a la hora de responder ante cualquier acontecimiento. Por ejemplo: Vencer o ser vencido; ser agresivo o ser sumiso; luchar o rendirse; ser fuerte o débil… Etc.
Adoptar una visión nueva, que trasciende nuestro modo inercial y automático de percibir y reaccionar ante el mundo, requiere atención constante y entrenamiento. Sobre todo al principio, nos puede parecer muy cansado, incluso poco natural.
En relación a lo anterior; nos hemos identificado tanto con nuestras creencias, patrones, etc., que cuando intentamos trascenderlos, sentimos que no estamos siendo nosotros mismos. Como si nos estuviéramos traicionando. Entramos en una crisis de identidad («si ya no pienso como antes, no me comporto como antes… no sé quién soy»). Y eso nos incomoda y nos asusta.
Todo lo anterior es un obstáculo porque nos distrae de observarnos, comprendernos y superarnos a nosotros mismos. Nos aleja de buscar y encontrar los recursos y capacidades que necesitamos en nuestro interior, algo imprescindible para usar nuestras «desventuras» para crecer.
Por qué hacerlo
¿Cuáles son los motivos para hacer este cambio interno, con el esfuerzo que conlleva? Una vez más, pueden ser muchos y tú, personalmente puedes tener motivos concretos; específicamente correspondientes a ti y a tu historia. Sin embargo, se me ocurren algunos generales:
Porque esta postura, sitúa el Poder en ti. Te libera de ser un esclavo a merced de las circunstancias. Lo que en psicología se conoce como locus de control interno, frente al locus de control externo. Mucho más efectivo el primero, por supuesto.
Por el mero gozo de redescubrirte, conocer capas profundas y ocultas de ti mismo. Por la satisfacción de expandir tus límites. Por el abrumador asombro de ver en acción tu capacidad creadora; y ver que puedes moldear tu mundo y a ti mismo a tu antojo (que no fácilmente).
Porque hay inconvenientes que no puedes evitar, pero puedes sacar algo bueno de ello. Una frase conocida que transmite esto es: «El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional».
Porque la vida, nos guste o no, se rige por una misteriosa ley que nos empuja a aprender la lección de vida que nos corresponde. Nos impele a evolucionar. Así, nos hace repetir situaciones una y otra vez (cada vez con mayor dureza) hasta que «pasamos el examen».
Porque, en el fondo, evolucionar, es el único y verdadero sentido de la vida. Todo lo demás es periférico, transitorio y circunstancial.
Porque, además, para más «inri»; las cosas, allá fuera, te irán mejor, fluirán más y se irán colocando más en su lugar, a medida que tú te conviertes en una persona más «equipada».
Porque la ley del «círculo vicioso» también opera a nuestro favor. Y cuánto más evoluciones, atraerás circunstancias y personas más armónicas; más afines con tu nueva energía.
Porque vas a dar el mejor de los ejemplos a todos cuánto te rodean. Si, por ejemplo, tienes hijos y quisieras dotarlos de las mejores herramientas para afrontar las dificultades que van a encontrarse en la vida, el modo en que puedes hacerlo, es dar ejemplo. Ser tú esa persona realizada, valiente, coherente e íntegra de la que aprenderán.
Y para sintetizar todo lo expuesto, porque todo lo físico y visible es el mundo de los efectos. Y todo lo invisible (la energía, la mente, nuestras emociones…) es el mundo de las causas.
Cómo hacer tuya esta visión: Tips concretos
¿Cuáles son los motivos para hacer este cambio interno, con el esfuerzo que conlleva? Una vez más, pueden ser muchos y tú, personalmente puedes tener motivos concretos; específicamente correspondientes a ti y a tu historia. Sin embargo, se me ocurren algunos generales:
Porque esta postura, sitúa el Poder en ti. Te libera de ser un esclavo a merced de las circunstancias. Lo que en psicología se conoce como locus de control interno, frente al locus de control externo. Mucho más efectivo el primero, por supuesto.
Por el mero gozo de redescubrirte, conocer capas profundas y ocultas de ti mismo. Por la satisfacción de expandir tus límites. Por el abrumador asombro de ver en acción tu capacidad creadora; y ver que puedes moldear tu mundo y a ti mismo a tu antojo (que no fácilmente).
Porque hay inconvenientes que no puedes evitar, pero puedes sacar algo bueno de ello. Una frase conocida que transmite esto es: «El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional».
Porque la vida, nos guste o no, se rige por una misteriosa ley que nos empuja a aprender la lección de vida que nos corresponde. Nos impele a evolucionar. Así, nos hace repetir situaciones una y otra vez (cada vez con mayor dureza) hasta que «pasamos el examen».
Porque, en el fondo, evolucionar, es el único y verdadero sentido de la vida. Todo lo demás es periférico, transitorio y circunstancial.
Porque, además, para más «inri»; las cosas, allá fuera, te irán mejor, fluirán más y se irán colocando más en su lugar, a medida que tú te conviertes en una persona más «equipada».
Porque la ley del «círculo vicioso» también opera a nuestro favor. Y cuánto más evoluciones, atraerás circunstancias y personas más armónicas; más afines con tu nueva energía.
Porque vas a dar el mejor de los ejemplos a todos cuánto te rodean. Si, por ejemplo, tienes hijos y quisieras dotarlos de las mejores herramientas para afrontar las dificultades que van a encontrarse en la vida, el modo en que puedes hacerlo, es dar ejemplo. Ser tú esa persona realizada, valiente, coherente e íntegra de la que aprenderán.
Y para sintetizar todo lo expuesto, porque todo lo físico y visible es el mundo de los efectos. Y todo lo invisible (la energía, la mente, nuestras emociones…) es el mundo de las causas.
Si has llegado hasta aquí, y has leído el contenido completo (tanto este artículo como su predecesor), ya habrás ido deduciendo distintos modos de ir integrando cada vez más éste «prisma». De todos modos, te doy alguna idea para llevar a la práctica esta «teoría»:
Si comprendes de verdad y a fondo por qué aprender esta «mirada» es tu mejor opción, te surgirán de manera natural distintos modos de llevarla a cabo. Recibirás la inspiración requerida.
Para no dejarte llevar por tu reactividad habitual, aprende a mirar todo lo que te pasa con cierta perspectiva. Un ejercicio que te puede servir para ello es imaginarte que un amigo te está contando exactamente tu mismo problema. ¿Qué verías entonces que ahora no ves? ¿Qué le dirías, qué le aconsejarías? Aplícate el cuento.
Haz lo posible por redirigir una y otra vez tu atención hacia ti ti (céntrate en observarte, comprenderte, aceptarte y superarte o corregirte a ti mismo). Si te quedas embelesado analizando lo externo, pensando en como deberían ser las cosas que tú no puedes cambiar, estarás derrochando tu energía y tu tiempo. Ya hemos hablando más arriba de la importancia de esto.
Fija tu objetivo siempre en mejorar tú, no en conseguir un resultado externo determinado. Que esa sea tu prioridad. Esos resultados externos, no siempre son lo mejor para nosotros, además están cambiando constantemente y no reportan una verdadera satisfacción. Además, si tu bienestar siempre depende de consecuciones externas, tu estado interno irá la deriva de las fluctuaciones de las circunstancias.
Intenta hacer tuya cada vez más una perspectiva neutra y objetiva de la realidad. El juicio alimenta las resistencias ante lo que estamos viviendo, si es desagradable (tales como la huida, la negación, la lucha…). Por otro lado, favorece conductas como la adicción, el apego o la dependencia, si recibimos estímulos agradables.
Ves soltando, poco a poco, tu visión materialista del mundo. Suelta paradigmas del tipo: «Si no lo veo, no lo creo». Deja de priorizar lo externo, los resultados visibles e inmediatos. Date cuenta de que el mundo invisible es el mundo de las causas, y céntrate en generar causas distintas si es que quieres resultados distintos. Aprende a «leer entre líneas» en tus acontecimientos, encontrar el mensaje oculto y hacer las acciones invisibles primero (cambios de percepción, amplitud de miras, aceptación plena de la realidad, soltar el control, etc.).

Y, para acabar...
Éste perspectiva constituye claramente uno de los ejes vertebradores de mi trabajo: de mi encuadre terapéutico. Y también es uno de los grandes pilares de mi filosofía personal de vida.
Por supuesto, lo he tratado ya con anterioridad de diversas formas en mis contenidos. Por ejemplo, éste era el tema principal de una clase de regalo que preparé a propósito del inicio de la «pandemia». Tiene ya algún tiempo, y mi visión ha ido evolucionando, pero la base de esta clase, sigue vigente para mí. Por si quieres echarle un vistazo.
Y hasta aquí el artículo de hoy. Podríamos seguir profundizando en esto hasta el infinito. Lo haremos en próximos contenidos. Y, por supuesto, si te apetece comentar o preguntar algo al respecto, te espero en los comentarios.
Un abrazo grande

