El título de este post puede ser ligeramente provocador o puede que te confunda un poco.
El objeto de este post es que tomes decisiones más eficaces y coherentes con tu parte más esencial y auténtica
Déjame explicarte por qué he elegido este título y aclarar el enfoque. Vas a ver que tiene un por qué.
Permíteme, para ello, que partamos de una situación que seguramente has vivido y te ayudará a entenderlo.
¿Me acompañas?
La paja en el ojo ajeno
Ponte en esta situación por un momento:
Estás hablando con un amig@ o un familiar muy querid@ para ti y te está contando lo que para él es un grave problema.
Quizá el problema, según tu punto de vista, no es tan serio o no puedes llegar a hacerte una idea de cómo se siente porque jamás te ha pasado nada parecido.
O quizá sí le comprendes muy bien. Has pasado por ahí pero es probable que sea algo que pertenece al pasado para ti y que ya quedó resuelto.
En todo caso, eres capaz de observar el cuadro completo con cierta serenidad emocional porque no te identificas con su dolor y su miedo.
Imagínate que tu amig@ está totalmente atrapad@ dándole vueltas a un asunto.
Se centra en los aspectos negativos de su situación, en malos recuerdos de una experiencia, reviviéndolos una y otra vez y convirtiéndolos en gigantes en su cabeza.
Es no le lleva a encontrar una solución, al contrario.
(Está claro, al menos para ti).
Esa actitud y estado emocional le llevan a ofuscarse más y a un estado interno que no resulta ser el mejor consejero.
Intentas reconducirlo y hacerle ver las cosas de otra manera (llevarle hacia la luz, vaya) pero se empecina en volver a revolcarse en su dolor, en los «peros» y en los «esques».
Casi pareciera que eso le proporciona un placer extraño.
Y se atrapa cada vez más.
Tú te das perfecta cuenta de que, si bien es cierto que está llevándolo lo mejor que puede dada su capacidad en ese momento, se está complicando la vida más de lo necesario.
Está viendo las cosas de manera desproporcionada, se ha dejado arrastrar por un estado emocional destructivo (quizá ansiedad, miedo, desconfianza, rigidez en sus creencias…) y está renunciando con él (y sin darse cuenta, evidentemente) a muchas de sus capacidades.
En estos momentos está siendo, sin quererlo, su peor enemigo.
Te ha pasado, ¿verdad?
Puede que sientas impotencia por no poder proporcionarle un poco de luz a su visión de las cosas.
Ojalá pudiera tan sólo ver a través de tus ojos por un momento.
Las gafas de la percepción
Pero claro… Esto eres capaz de verlo con claridad porque no es tu «película». No estás imbuído por ese huracán de emociones que lo exagera todo y hace que los obstáculos sean mucho más grandes y tú mucho más pequeñ@.
La cosa cambia cuando un conflicto nos envuelve a nosotros y ataca nuestras heridas más profundas. Las heridas «intocables» que, si alguien se atreve con ellas, saltamos como un resorte y podemos perder los papeles, incluso traicionar nuestros valores, en cuestión de segundos.
Pero es exactamente lo mismo.
Cuando nos toca a nosotros, estamos actuando igual. Estamos siendo igual de necios y obcecados. Nos hemos puesto las «orejeras de burro».
Has de reconocer que te ocurre.
Bueno, al menos a mí me ocurre. Cada vez soy más consciente de ello.
Y la consciencia son las tijeras con las que puedes cortar las cuerdas que te atrapan y te arrastran a ese huracán emocional en el que no se puede ver con claridad y en el que pareces haber perdido tu poder interior para afrontar las cosas.
La consciencia sencillamente le hace perder fuerza y te permite mantener tu centro.
Aunque sigo aprendiendo de experiencias de este tipo. Así que podemos decir que, en alguna medida, me sigue ocurriendo.
A mí, personalmente, me parece inteligente aprovechar cuando veo esta actitud en otros para darme cuenta de la medida en qué lo hago yo cuando me bloqueo.
Conocerme a mí a través del otro.
Podremos así, ir «desidentificándonos» poco a poco con ese estado, comprendiendo que es una especie de «secuestro emocional» en el que no vemos las cosas como son sino como nuestro dolor nos hace verlas en ese momento.
Para mí es muy importante ir creyéndome cada vez menos mi propio drama y el de los demás (que en el fondo es lo mismo).
Me proporciona libertad y amplitud de miras.
Y resulta muy curioso cuando vas descubriendo lo inmensamente subjetiva y plástica que es la percepción.
Puedes ir descubriendo que no existe realidad alguna; que todo depende de las «gafas» con las que la mires.
Y que, además, las cosas se van transformando a nuestro alrededor a medida que vamos modificando nuestra percepción de las mismas.
Definitivamente:
No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros.
Jiddu Krishnamurti
Como detectarlo en ti
Como sabes bien, es mucho más fácil ver las cosas con claridad cuando estás «fuera». Cuando no te afecta de manera directa.
A estas alturas, ya sospechas que, cuando tu estás inmers@ en un «problemón», debe de haber otro modo de verlo. Y que las personas a las que se lo cuentas posiblemente también lo están viendo mucho más fácil de lo que lo ves tú
Otra cosa es poder detener ese» tsunami emocional» que te invade justo en el momento en el que está ocurriendo.
Puedes hacer acopio de valor y observarte sin miedo.
No intentes cambiar tu estado ni reprimirlo. Pero obsérvalo sin tapujos. Date cuenta de tu dolor emocional. Siéntelo del todo.
Observa la línea de tus pensamientos y cómo estos te conducen a más y más dolor. A más miedo y malestar.
Observa, además, cómo le afecta a tu cuerpo ese estado. Como se tensa.
Observa también cómo, bajo ese estado hipnótico y casi adictivo, renuncias a tus capacidades y talentos naturales. Tu capacidad de reacción se vuelve más lenta, no fluyen las ideas a ti como cuando estás en un estado relajado.
Tu encanto natural también parece ahora haber desaparecido…
En definitiva, estás renunciando a tu poder y a todas las herramientas que te pertenecen por naturaleza para afrontar con éxito tu situación conflictiva.
Sabrás que, de algún modo, te estás «autolesionando».
Sin necesidad de hacer nada más ni de desencadenar otra lucha interna (esta vez para sentirte bien «por narices»), llegará el momento en que sentirás que ya ha sido suficiente y, de manera natural, soltarás ese enganche.
Y podrás simplemente relajarte, tomártelo hasta con humor y desactivar en gran medida ese mecanismo.
Te vuelvo a repetir: te sugiero de verdad que no luches contra tu dolor. Siéntelo, pero de manera consciente.
Será cuestión de tiempo (y poco) que se desactivará de manera natural.
Tú céntrate en ser consciente de todo lo que ocurre en tu interior y déjate fluir con confianza. Tu estado interior se irá dirigiendo hacia el bienestar y el equilibrio sin que hagas nada.
Una conclusión obvia
De todo lo mencionado hasta aquí, deducirás de manera fácil que cuando estás sumergid@ en ese estado de tormenta emocional, no estás manifestando tu mejor versión.
No estás, ni mucho menos, extrayendo de ti mism@ tu máximo potencial. No estás conectado a tu fuente de sabiduría infinita (que sí, todos la tenemos, de hecho, estoy segura de que la has experimentado en más de una ocasión).
A mí, a ese estado de flujo y lucidez, me gusta llamarle «estar enchufado«.
Simplificando y sin «algodones»: Sabrás que cuando algo te afecta y mucho, te vuelves torpe, reaccionario y poco práctico.
Y, por descontado, no estás en el mejor momento de tomar decisiones.
Se da la circunstancia, para más «inri», de que, cuando tenemos que tomar una decisión importante y transcendental para nuestra vida, tenemos muchísimas posibilidades de ser atrapad@s por el antes mencionado «tsunami emocional».
Y esto es así porque solemos identificarnos con nuestra circunstancia (tanto más si se trata de algo vital).
Entonces, como no queremos pifiarla, se desencadena el miedo y, con él, todo una serie de conductas evitativas que lo complican todo y nos bloquean.
Volviendo al título de este post…
Ahora sí, creo que ya es momento de regresar al título de este post y desentramarlo.
¿A qué me refiero exactamente con la frase «No tomes decisiones por tu cuenta»?
Me refiero precisamente a esto:
Como digo, cuando algo es importante para nosotr@s solemos entregarle toda nuestra atención y acabamos identificándonos con la situación, de tal manera que perdemos de vista cualquier rastro de objetividad y serenidad para escoger opciones constructivas.
Un Curso de Milagros trata este tema de muchas maneras posibles. Si estás familiarizad@ con sus enseñanzas, sabrás muy bien de qué te hablo.
Tomar decisiones por tu cuenta es dejarte llevar por ese estado (en mayor o menor medida y tomar tus decisiones desde ahí.
No hace falta que estés totalmente desquiciad@ para estar tomando decisiones por tu cuenta.
Son todas esas decisiones que, consciente o inconscientemente, se toman desde el miedo. Desde la falta de confianza en un@ mismo@ y en la vida. Las decisiones que se toman para huir de lo temido en lugar de para acercarse a lo amado (no, no es lo mismo).
Puedes leer mi libro Aprende a Decidir desde el Alma si te apetece indagar más.
Decidir desde el Alma
Se le puede llamar y describir de muchísimas maneras, pero la esencia será la misma.
En todo caso, te estoy sugiriendo que reserves tus decisiones (incluso las que no parecen tan importantes, en la medida de lo posible) para cuando tu estado interno sea de expansión y no de contracción.
Cuando te sientas fuerte o, al menos, en paz.
Cuando el objeto de tu decisiones sea el disfrute y la satisfacción y no salir despavorid@ de una situación que te desborda.
Te sugiero, en definitiva, que no tomes decisiones por tu cuenta; que las tomes «enchufado».
Toma las decisiones de tu vida conectado la fuente de sabiduría que siempre te acompaña.
Asegúrate de que estás motivad@ por la idea de acercarte a algo que amas, y no de huir de algo que temes.
Asegúrate de que tu energía en ese momento, es elevada, pues, más importante que la la decisión que tomes, será el lugar desde el que la tomes.
Y tú, ¿crees que tomas a menudo decisiones basadas en el miedo? ¿Decisiones por tu cuenta? ¿Sea cual sea tu respuesta, como afecta eso a tu vida? Me encantará que me lo cuentes en los comentaios.
Hola Cristina,
unas palabras que deben ser releídas con calma, ya que encierran una gran sabiduría.
¿Cuántas personas toman decisiones equivocadas en momentos de tormenta emocional?
Tomar distancia y decidir en un momento de equilibrio es una decisión inteligente.
Yo siempre que me encuentro en una encrucijada y debo escoger uno de los dos caminos recuerdo una enseñanza del Dalai Lama: «¿Lo haces para tener felicidad o placer?» Por ejemplo: si me ofrecen un trabajo con un sueldo mayor pero con una jornada que se alarga hasta la noche, ¿debo aceptarlo o no? Pues me pregunto si me va a dar felicidad a largo plazo o un placer inmediato de tener más dinero para gastar. O por ejemplo, si me ofrecen un alimento azucarado y nada sano, ¿debo comérmelo? Y la respuesta es fácil, sólo me dará un placer inmediato, pero no una felicidad a largo plazo porque estropeará mi salud y mi peso.
Leer tus palabras me provocan felicidad a largo plazo. 😉
Un abrazo fuerte.
Hola Sefora
¡Qué alegría inmensa verte por aquí! Que bonito que estas palabras te hayan sido útiles.
Sí… El arte de decidir conscientemente, me parece de suma relevancia si realmente queremos ir añadiendo cada vez más dosis de libertad a nuestra vida.
Es algo que suele pasarnos desapercibidos, pero puede marcar una gran diferencia.
Cuando estamos sometidos a programas inconscientes (creencias, prejuicios, miedos…) actuamos como robots.
Se nos dispara una reacción automática cuando hay cierto estímulo sin que nos paremos a discernir un segundo. No elegimos esa reacción, somos dominados por ella.
Las emociones también van en ese paquete.
Así que cuando un estímulo nos dispara una reacción emocional automática, sentimos una necesidad imperiosa de actuar en consecuencia. Y pareciera que realmente queremos hacer eso.
Después en frío, cuando estamos liberados de ese automatismo, podemos darnos cuenta de que fue un autosabotaje en toda regla.
Supongo que sabes a lo que me refiero… Y ya sabes cuando se siente una en ese momento… Todo menos libre…
Es momento de ser conscientes.
Sé que tú eliges ese camino a diario, sólo reflexionaba en «voz alta».
Un abrazo muy grande y gracias, de verdad, por pasarte por aquí y dejarme tu valioso feedback.
Hola Cristina:
Te he leído con atención y, aunque a nivel intelectual comparto tu tesis, me cuesta identificarme con esa persona serena, capaz de distanciarse de sus emociones y sus vivencias. Por mucho sufrimiento que nos cause una situación, y precisamente porque nos lo causa, encuentro muy difícil analizarla «desde fuera». Cuando te duelen las muelas, no puedes pensar en nada más. Cuando atraviesas una etapa complicada en la vida, no puedes pensar en nada más. ¿Existe una forma más sabia de hacerle frente? Está claro que sí, pero ¿podemos esperar a tener esa claridad, ese distanciamiento, cuando la situación nos apremia, nos urge y nos agobia y lo único que queremos es salir de ahí cuanto antes? ¿Cómo tener la paciencia necesaria cuando tu mente y tu cuerpo te están chillando «sal de aquí ya mismo»?
Hola María! ¡Qué alegría leerte por aquí!
Me encanta tu comentario, pone el dedo en la llaga del handicap principal del desarrollo personal: poner la teoría en prácica.
Pues verás… Estoy totalmente de acuerdo contigo. Sobre el «papel», queda muy lindo.
Luego, la vida te pone en situaciones que literalmente te revuelven las tripas. Y, desde ese torbellino de pasión (puede ser rabia, miedo, dolor de muelas…) ¿cómo narices encontrar esa serenidad para ver más allá de eso y actuar desde nuestra versión más elevada?
La verdad, es que lo que te diría, de corazón, es: ¡Ni lo intentes!
Sé que suena contradictorio, pero mi experiencia me dice que la verdadera serenidad se encuentra tras sentir por completo la no-paz.
Vivir tu dolor, sin reprimirlo ni huir de él. Dejando de tenerte miedo a ti misma. Permitiéndote no ser perfecta, es como se conecta con una paz sutil que emerge debajo de todo ese dolor. Sutil, pero auténtica e implacable.
Cuando te permites sentirlo de una manera consciente, estando bien despierta y observando todo lo que ocurre en tu interior sin juicios, también se va diluyendo el drama. Se va desvaneciendo el poder que tenía sobre ti el evento externo, y empiezas a liberarte.
Sé que es abstracto. Voy a ponerlo más tangible, a ver si me sale.
Pongamos que te duele a horrores la muela, como dices. A simple, vista hay dos opciones:
Aguantar ese dolor y regodearte en el sufrimiento. Quejarte continuamente, recordándolo a todas horas, hablando de ello, haciéndolo cada vez más grande sin ponerle solución al asunto.
O bien, huir o cortar ese dolor cuánto antes (tomar calmantes, extraer la muela).
Yo propongo el camino del medio.
En este caso seria, por ejemplo: Permitirte sentir el dolor, ser consciente del, para comprender sus causas. Entender qué ha originado ese dolor, asumir tu responsabilidad (tú has tenido algo que ver con su aparición, seguro), así, podrás hacer las rectificaciones necesarias en el futuro. Y además, tomarte un calmante para hacerle el proceso más fácil, pero no sin antes recoger el verdadero «regalo» de ese dolor: entender la conducta que te está llevando a sufrir el dolor.
Podríamos hablar de esto por horas, pero a te agradezco la oportunidad de hacer una pequeña pincelada al respecto.
Un abrazo, María.
Hola Cristina!! Me parecen muy acertadas tus palabras. Hay algo que a mí me ha funcionado y es el practicar estar conciente y observarme en momentos de «calma». Eso puede ayudar un poquito a estar más «enchufada» cuando aparece la tormenta.
Cariños desde Buenos Aires, Argentina
Hola Cecilia! Muchas gracias por animarte a comentar y por tu aportación.
Es cierto, yo lo llamo «acumular presencia».
Cuando estás en calma es mucho más fácil acceder a ese estado, y más si lo provocas un poquito (con algún ejercicio de meditación, visualización, música ambiental, etc.).
El cuerpo y la mente tienen memoria y retienen ese estado, así podemos acceder a él más fácilmente cuando estamos agitados o en conflicto.
Es como tener una «reserva» de paz para poder echar mano de ella en caso de necesidad.
Muchas gracias, Cecilia. Un abrazo grande.
Hola, Cristina: me ha encantado tu post y no sé ni por dónde empezar a comentarlo. He aprendido en cursos de coaching y PNL y de Mindfulness que es imposible ser objetivo ya que vemos el mundo a través de las gafas de nuestra vida y experiencia, como tú bien dices. Pero a la hora de la verdad qué difícil es acordarse de ello. Qué fácil es dar consejos a otros y qué complicado aplicárnoslos a nosotros mismos. Como con todo yo creo que el primer paso es tomar consciencia porque entonces nos podemos atrapar cuando nos comportamos de forma irracional o queremos tomar decisiones desde el miedo y las ganas de huida en vez de con la cabeza fría.
Me encanta la frase de Jiddu Krishnamurti: No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros.
Hola Dorit! Gracias por tu comentario.
Sí, lo sé. Las emociones y su química nos arrastran con fuerza, obnubilando otras maneras más elevadas de procesar la información.
Soy partidaria de no luchar con ese tsunami emocional, pues solemos aumentar la fricción , en consecuencia, su fuerza.
Sólo estando bien despierto (sin juicios) observando cada sensación es que se va desactivando su fuerza desproporcionada.
Parece paradójico, pero si nos permitimos sentir esa vorágine emocional, observándola bien atentos, acaba por disiparse.
También ayuda el haber tenido experiencias de lo contrario (habernos dejado arrastrar por las emociones desbordadas y haber sufrido sus consecuencias) ya que esto nos abre a la búsqueda de otros modos de llevar las cosas (por supervivencia pura).
Muchísimas gracias por tu comentario. Abrazos.
Cristina, hoy has tocado un tema que me toca muy personalmente.
Desde hace años, creo que vivo mucho más conscientemente y que no me dejo llevar del todo por los miedos. Pero todo lo que comentas al final me ha hecho vibrar algo dentro, por lo que me tengo que parar a reflexionar un poco más, porque efectivamente en este instante de mi vida, no sé si estoy tomando las decisiones desde el punto de lo que temo o desde el que amo.
Mucho que pensar.
Buenísimo artículo! Muchas gracias!
Un abrazo
Me he sentido identificada con este artículo, antes a veces me ocurría entrar en esta espiral en la que exageras el problema y no ves ninguna posible solución, y cada vez te hundes más y más y dejas de ver con claridad. Pero ahora cada vez más se tratarme mejor y cuando veo venir que podría reaccionar así, escojo no hacerlo y me hago más y más consciente de ello, para conectar con esta calma y sabiduría interna. Es un trabajo que requiere tiempo, pero tomar decisiones des de dentro de esta espiral no es una buena idea, hay que tomarlas cuando estás en calma, en paz y como tu dices conectada con la sabiduría universal.
Un abrazo
Hola Odina. Muchas gracias por tu aportación.
Es cierto que no es para nada una buena idea, tomar decisiones desde la espiral de malestar. Y, sin embargo, cuando estamos inmersos en ella, tenemos la tentación de reaccionar y hacer algo.
Para poder trascender eso, va muy bien, como dice Cecilia, practicar la atención consciente en momentos de calma. Y así, poder utilizarla en medio de la tormenta. Yo le llamo acumular presencia.
Un abrazo y gracias.
No tomes decisiones por tu cuenta, un post lleno de reflexión de principio a fin. Me encanta ese punto de que nos veamos desde los demás y es que sin duda alguna aprendemos tantas cosas con las emociones de otros. Yo intento medir muy bien lo que hago y porque lo hago. No siempre somos conscientes de como actuamos pero para eso se necesita conocernos un poco más.
Saludos.
Hola Cristina!
Muchos años me ha costado a mi, aprender a ver y ser consciente de que estoy siendo arrastrada a una espiral. Y es curioso y lo comentas en tu post, que esta espiral aparece junto con el miedo. El miedo a tomar una decisión.
Es un post para leerlo y releerlo una y otra vez. Muy intenso.
La frase «No vemos las cosas como son, las vemos como somos nosotros», wooww. Es pura sabiduría y deberíamos de tenerla presente siempre.
Un abrazo enorme Cristina!
Me ha encantado lo que dices sobre las gafas de la persepción, y es que creo que todos hemos estado allí. Dejándonos llevar por emociones cuando las cosas nos suceden a nosotros y creemos que nadie nos entiende; pero luego cuando tenemos que entender al otro nos cuesta un poco porque no lo estamos viviendo en nuestra piel. Y cuando se ven las cosas desde afuera son más sencillas. Ya sabes que los seres humanos tenemos esa tendencia a complicar todo y armar tormentas en vasos de agua. Muy útil tu post!
Cristina este post me ha encantado, principalmente porque somos expertos en dar consejos cuando alguien se siente mal, pero somos muy malos para acatarlos. Es muy cierto cuando dices que cuando alguien nos plantea su problema lo vemos muchas veces como que no es la gran cosa, puede porque no hayamos pasado por ello o ya lo superamos, como bien lo explicas, pero es aquí cuando entra algo maravilloso y mágico que se llama empatía, y no necesariamente tenemos que ponernos en el lugar del otro, sino acompañarlo desde el corazón, puede que nosotros estemos viendo la solución y la otra persona no logre verlo, pero el proceso evolutivo de cada quien es tan particular y solo hay que acompañarlo hasta que se quite le venda de los ojos sin juzgar ni lastimar. Pero en definitiva lo que más me ha gustado es cuando dices el vernos reflejados en esta persona que nos cuenta su problema, ver ese que fuimos cuando el problema se nos venía encima y el resultado de lo que somos ahora. Yo soy ese tipo de persona que se permite el estar triste, siento mi tristeza en lo más profundo y lloro hasta limpiar mi casa interna, y definitivamente, las peores decisiones que he tomado en mi vida, fueron precisamente cuando debía dedicarme a sentir y no a decidir, por lo que el titulo de este post es tan certero y genial como todo lo que has escrito. Saludos.