MI GRAN DECISIÓN (1ª parte)

Delante del miedo

Ahora, pensando en lo que se ha convertido mi vida y la persona que soy, no puedo por menos que sentir escalofríos cuando echo la vista atrás y comprendo el impacto que tuvo en mí aquella «aventura».

Todas las «casualidades» se confabularon para que yo decidiera largarme y para que lo hiciera justo en el momento en que lo hice y con el estado emocional en que lo hice. Debía de ser exactamente así para que todas las piezas de mi vida se movieran a velocidad de vértigo y encajaran en un puzzle distinto, nuevo y abrumador.

Echo la vista atrás y comprendo la importancia de aquel momento en el tren. O más bien, del estado en el que me sumergí sin esperarlo.

Fue justo después del momento más difícil.

Aunque me había dado un arrebato completamente impulsivo que me empujaba a hacer el Camino de Santiago y de hacerlo de manera inmediata como si fuera cuestión de vida o muerte… Y aunque había desoído tajantemente los consejos de prudencia de mi entorno…

Justo la noche anterior, me avasalló el miedo. Montones de dudas y preguntas invadían mi mente.

Mucho peor fue por la mañana al levantarme. Era muy temprano y mi compañera de piso me iba a llevar a la Estación de Sants, en Barcelona, para subirme a un tren camino a Pamplona.

Recuerdo que todo el empuje que había sentido los últimos días pareció evaporarse y empecé a sentirme incluso ridícula. ¿Para qué necesitaba hacer aquello? ¿Qué quería demostrar? ¿Qué necesidad tenía yo de someterme a algo así?

Quiero matizar aquí que estaba enferma y sufría muchos dolores óseos que me afectaban a la parte baja de la espalda y las piernas. A causa de mi problema, se me inflamaba el tejido óseo y muscular en esa zona y me pinzaba el nervio ciático afectando a las dos piernas.

Tenía serias dificultades para apoyar los pies y caminar con normalidad.

Las últimas tres semanas había estado en cama prácticamente a tiempo completo y mi compañera de piso me ayudaba a vestirme y a ducharme. Así que cargarme diez kilos a la espalda y ponerme a caminar sola unos veinticinco kilómetros cada día durante más de un mes, no parecía lo más sensato.

Mientras me preparaba esa mañana todo me pareció una locura absurda. Me sentía por completo desconectada del motivo que me había llevado a tomar la decisión.

Sólo quería echar el tiempo atrás unos días y regresar a mi cama.

Me coloqué la mochila en mi habitación y me miré en el espejo. Me aterró lo que vi. Francamente no sabía si sería capaz de hacerlo, y tampoco sabía si podría superar el fracaso.

Aunque, ahora que tengo la visión ampliada que me da la retrospectiva, creo que…

 

Mi miedo fundamental nacía de la certeza inconsciente de que la Cristina que se marchaba no regresaría jamás.

Al menos en parte, claro.

Anabel y yo bajamos a la calle. La mochila ya me estaba molestando. Dios mío…

Nos montamos en el coche camino a Barcelona. En aquel trayecto de casi una hora pasé de estar completamente aterrada a sentir un primer atisbo de algo completamente distinto.

Cuando más pequeña me sentía ante el desafío de pegarme más de un mes en el estado de no tener ni idea de lo que ocurriría los siguientes minutos (si mi cuerpo aguantaría, si alguien podría ayudarme en caso de necesidad, con quién hablaría, donde estaría, cómo me sentiría…) mi compañera dijo algo:

Mira, por mal que te vaya, “la pedazo de experiencia” no te la va a quitar nadie. Nunca.

Esas palabras fueron música. A pesar de no haber dicho nada, lo había dicho todo.

No importaba el resultado, solo la vivencia.

Esa simple frase me catapultó de un plumazo a la emoción de los últimos días. Eso es lo que yo quería.

Quería vivir. Quería atreverme. Quería saltar al vacío de mi miedo y la incertidumbre. No importaba el resultado.

El dolor me empujó a tomar una decisión hacia adelante

Había decidido unos días antes que me había cansado de mis límites, de mis miedos, de mi enfermedad. Que ya era suficiente.

Me había cansado de quedarme quieta mientras la vida pasaba.

Y las sencillas palabras que mi amiga pronunció mientras conducía, probablemente sin darle importancia, me devolvieron a mi determinación.

La decisión de irme a hacer el Camino de Santiago en realidad era un complemento añadido a algo mucho más grande. Mi Gran Decisión tuvo lugar unos días antes y lo cierto es que jamás había vivido algo similar.

La tomé cómo creo que se toman siempre las «Grandes Decisiones»: En plena crisis.

Mi vida se había atascado en varias áreas a la vez  y en puntos que siempre solía atascarse. La situación me era más que familiar. Era algo circular y repetitivo que me tenía atrapada (relaciones tóxicas, frustración en el trabajo, resentimientos familiares antiguos…).

Se desencadenaba entonces mi sensación de impotencia y mi rabia, llevándome esto a bloquearme aún más y entrando en un bucle inevitable.

Entre esos atascos, se encontraba, como no, mi enfermedad.

Cada vez que mi sensación de valía caía, mi salud también caía a los pocos días y sufría severos brotes de mi enfermedad (espondilitis anquilosante) que me postraban en cama. Como puedes entender, eso no hacía más que empeorar mi sensación de valía y… ¡toma bucle de nuevo!

Esos días me vi tan mal que incluso llegué a plantearme tramitar la invalidez laboral permanente; algo a lo que siempre me había negado.

Cuando creí que ya no sería capaz de soportar tanto sufrimiento (físico y emocional) nació una fuerza arrolladora en mí que, de verdad, no sabía de dónde salía.

Reunión de fuerzas

Como yo en el fondo sabía de sobras que mi dolor físico estaba íntimamente relacionado con mi dolor emocional, esa desesperación me precipitó sin remedio a tomar una decisión sin marcha atrás.

Una Gran Decisión: Yo me curaba por dentro sí o sí.

Y ya veríamos que pasaba con la enfermedad; con mi cuerpo físico.

Esa decisión es la que obra los «milagros». Porque toma un primerísimo lugar en tu vida y estás dispuesto a absolutamente todo.

Yo entendí que, o arreglaba esto, o no iba a ninguna parte. Y también entendí que sólo yo podía arreglarlo (la medicina no me había resuelto nada).

Así que, todo lo demás de mi vida desapareció (relaciones familiares, relaciones de pareja, el trabajo, la seguridad económica…). Lo único que importaba ahora era aprender de una vez por todas a sanar mis heridas emocionales.

No tenía ni idea de por dónde empezar, pero eso no importaba, encontraría el modo. Todo lo que necesitas es tomar una Gran Decisión. Una Gran Decisión es sin peros, sin excusas, sin postergaciones. Pasa a ser lo primero y encuentras el modo de adaptar tus circunstancias a ella.

Además, parece que el Universo ha entendido que vas en serio y te pone las herramientas en el camino.

El mismo día me hablaron de un terapeuta que enfocaba la enfermedad como un síntoma de un conflicto interno. Lo vi de seguida y aproveché cada minuto de esa visita.

Salí de la consulta con la resolución de hacer borrón y cuenta nueva. Me largaba a reflexionar. Sola y sin contacto con nadie.

Entonces apareció en mi mente el Camino de Santiago como opción.

Además, esto implicaba atravesar mis miedos de frente: pasaría de estar postrada sin poder moverme en una cama a caminar 800 km sola y con una mochila de 10 kilos. ¿Como? No lo sabía, pero lo haría.

Justo antes de "saltar", el miedo intenta disuadirte

Como te decía, de camino a la estación, reconecté con esa sensación de poder que parecía haberse esfumado las últimas horas.

Sin embargo, me volvieron a flaquear las piernas cuando Anabel y yo nos abrazamos para despedirnos apresuradamente en medio de una calle atestada de coches, aparcadas en doble fila. La confusión volvió a aparecer cuando me dirigía a mi tren, sola.

Una vez ya en marcha, después de un rato dándole vueltas, cogí mi teléfono y lo miré.

Había tomado la decisión de permanecer desconectada de mi mundo mientras durara mi aventura. Me llevaba el teléfono únicamente para casos de emergencia.

Mi familia y amigos estaban avisados y, a regañadientes o no, lo habían aceptado. Así que ahora había llegado el momento de desinstalar redes sociales, whatsapp y demás. Pero me habían llegado unos mensajes y quise leerlos antes de nada.

Mensajes de ánimo, buenos deseos y admiración por parte de mi gente. Me emocioné, me alegré, sonreí, respiré hondo y lo eliminé todo.

Volvió el miedo un instante.

Luego fue desapareciendo para dar paso poco a poco (en las siguientes horas) a una sensación indescriptible: Libertad.

Cuando me enfrenté al vacío de la soledad, empecé a sentir como si algo grande y robusto estuviera creciendo en mi interior. No parecía tener demasiado sentido, pero empecé a sentirme mejor que nunca. No había motivo aparente, pero esa sensación era más real que nada y no paraba de crecer.

Esta es la sensación que te mencionaba al principio de este artículo; ese momento y ese estado que creo que fue el responsable de todo lo que vino.

Creo que me anclé al momento presente.

Yo en el Camino, ya feliz y fluyendo 🙂

Nada importaba más que ese preciso instante. El sol que entraba a través de la ventana del tren, el calor en mi piel… Eso era lo único que había. Pasara lo que pasara, estaría bien y me sabía preparada.

Se abrió un mundo ante mí

Ese estado me acompañó a cada paso desde Roncesvalles hasta Santiago.

Ese estado de intensidad, y despreocupación, viviendo al máximo cada segundo estuvo conmigo en cada pueblo, en cada albergue, en cada bar, en cada conversación, en cada risa, en cada lágrima, en cada dolor, en cada ampolla, en cada beso, en cada abrazo, en cada mirada…

Esa sensación irracional que me invadió en el tren el primer día era un camino sin retorno, aunque yo entonces no lo sabía. Sentir ese ensanche en mis límites mentales y emocionales, marcaría un antes y un después en mi vida y en mi manera de estar en el mundo.

Me pasaron muchísimas cosas y la recuerdo, sin duda, como una de las experiencias más significativas de toda mi vida.

Marcó un rumbo nuevo en mí (por dentro y por fuera) y mi mente se ensanchó de forma irreversible.

Te contaré los detalles de mi aventura y de lo que ocurrió a mi regreso en el próximo post, la semana que viene

Por el momento, te digo que no he vuelto a ser la misma y, aunque a veces se atenúa el recuerdo, no tengo más que evocar aquella imagen del tren, para recordar que los límites son mentira.

Me basta con regresar a aquel tren para reconectar con la emoción de saber que, estando vivos, todo es posible. Sé que ese estado de paz, confianza, ocupándome del único momento que existe, el presente, es la única verdad. Es lo único que tiene sentido, y lo único que necesitamos para ser felices.

Y sé que todo empezó con esa decisión. Pero no una decisión cualquiera, sino una GRAN DECISIÓN: Una de esas en que sabes que vas a por algo caiga quien caiga. Es un salto al vacío en toda regla.

Cuando tomas una decisión así desde un lugar tan hondo de ti mismo, emprendes un camino sin regreso.

¿Y tú? ¿Sabes de lo que te hablo? ¿Has tomado alguna vez alguna GRAN DECISIÓN? 

¿O eres consciente de que no lo has hecho y quizá haya llegado el momento de hacerlo en algún asunto de tu vida?

¡Cuéntanoslo  y todos aprenderemos!

Desde 2014 liberada de una enfermedad "crónica" gracias a un proceso de transformación interior. Desde 2015 acompañando a otros a recorrer un camino similar al que hice yo.

Mi servicio "Descifra tu Síntoma"

Mi Consulta Online

Mis libros

© 2021 Cristina Hortal

Todos los derechos reservados

27 thoughts on “MI GRAN DECISIÓN (1ª parte)

    1. Gracias, José. Un fondo de realidad humana que, de algún modo, puede tener que ver con cualquiera. Y es que creo que todas las personas tenemos algo en común: nuestra vida es un camino que nos lleva, por diferentes recorridos pero inevitablemente, a encontrarnos de frente con nosotros mismos. Este es un relato de un fragmento de lo que ha sido ese camino (valga la redundancia) para mí y lo que ha supuesto en mi vida. Pero todos estamos en ese camino (tú también, jeje). Un abrazo grande.

  1. Me ha encantado…ha sido como mirar dentro de los sentimientos de otro y ver los míos.gracias Cristina ….eres una luz brillante en cualquier camino….

    1. Hola José (otro José, qué curioso) ¿como estás? Sí, creo que cuando uno se abre de verdad y muestra algo de su esencia más pura, es inevitable causar ese efecto. Por debajo de miles de diferencias en nuestras «envolturas» todos estaos hechos de la misma «pasta». Un abrazo, amigo.

  2. te leo y el tren que tu tomaste, ha sido el autobus que yo tome, tambien se que aquella mujer se subio jamas volvera, y cada dia aprendo a ser fuerte y efectivamente el universo sabe que estamos listas para la transformación y nos abre poco a poco las puertas, me fui sin destino fijo, sin ninguna certeza a donde llegaria y con dos hijos que dependen de mi, y ha sido la mejor experiencia de mi vida y de la de ellos, hasta el momento, he vivido realmente a pesar de la EA me siento plena poco a poco la insertidumbre y el miedo se estan marchando para darle paso a la esperanza y la felicidad, ha sido la mejor decision de mi vida y soy feliz por eso, el dolor ? por ahi anda, no lo necesito , de vez en cuando me recuerda que soy fragil y que tengo que ser feliz.

    1. Hola Jessica!
      Oh, la verdad es que me emociona mucho cuando sé de la existencia de otras experiencias similares a la mía.
      Cada vez son más, pero aún no es lo común que solemos encontrarnos en nuestro día a día. Me encanta si podemos alzar un poquito la voz.
      No entras en detalles, pero entiendo que también has sido paciente de espondilitis anquilosante.
      Y que has roto tus moldes, atravesado tus barreras mentales y vives una vida más libre (y eso también te ha liberado, al menos en parte, de la enfermedad y el dolor).
      ¿Me equivoco?
      Si lees esto y quieres contar por aquí un poquito más sobre esto, sería un placer leerte.
      En todo caso, un gran abrazo y gracias por compartirlo por aquí!

  3. Hola Cristina:
    Tengo también uveitis y espondilitis y estoy también cansada de la medicina tradicional, no me hace sentir nada.
    He leído tu historia y he sentido q has vivido mis proyectos mentales pero a los q me da miedo enfrentarme.
    Me compraré seguro tu libro, por q se perfectamente de lo q hablas pero hay q ser fuerte para dar un paso al frente, sobretodo por la incertidumbre de la enfermedad. Besitos.

    1. Hola Lu
      Muchísimas gracias por tu valiosa aportación. Bien, en mi caso ha requerido «mutar» un poco, jeje. Esa es la invitación de todo «freno aparente» de la vida.
      A mi entender, la vida no te está diciendo que no, te está diciendo que «por ahí» no es.
      Así que toca cambiar un poquito la dirección. Y esto es incómodo al principio. Luego cada vez menos, ya lo sabes.
      Un indicador que te sirva de guía, puede ser eso mismo: la incomodidad y el miedo. Cuando algo te suscite esas sensaciones, ¡a por ello!
      Te debes a ti misma demostrarte de qué eres capaz. Conocerte.
      Al fin y al cabo, la evitación no te libra del miedo. Al contrario, lo expande a largo plazo.
      Puedes decirle a la enfermedad que no te la crees; que tú eres más grande (infinitamente más grande) que ella.
      Puedes hacerlo.
      Un abrazo y mil gracias por aportar tu parte.

  4. Me encanta. Pasé por una situación parecida hace 10 años. Fue el momento de mi vida que más libertad sentí, el momento de mayor lucidez y uno de los más felices de mi vida.
    Estoy en un momento en el que necesitaría volver a vivirlo, pero… ¿Qué pasa cuándo uno tiene una familia como prioridad y deja de lado sus propios sueños de libertad? Amo a mis hijos y me encanta verlos crecer felices y sanos, pero tengo una sensación de atadura que no puedo remediar.
    A veces me consuelo pensando que es sólo una etapa, y que cuando sean un poco mayores podré volver a sentir esta sensación. Pero a veces la salud me pasa factura y me recuerda ese » por aquí no es que no sé como remediar.
    Gracias por compartir tu inspiradora historia.

    1. Hola Sabri
      Muchísimas gracias por dejar tu comentario por aquí! Realmente planteas algo muy interesante (y muy común para muchos).
      Verás, a mí me sirve ser muy sincera conmigo misma y también focalizarme en lo que puedo hacer; en lo que está en mi mano.
      Por ejemplo, quizá suene muy idílico en mi cabeza pasar un año sabático en una isla desierta… Y luego vuelvo a mi realidad como madre, y suspiro ciertamente frustrada…
      Pues entonces paso a ser muy honesta conmigo y recuerdo que en otro tiempo no fui madre y tampoco lo hice. Quizá hayan otros motivos para no hacerlo (como el miedo, o que realmente no quiero hacerlo tanto como creo).
      En todo caso, no quiero hacerlo si el precio es no ver a diario a mi pequeña.
      Así pues, paso a darme cuenta de que no quiero hacer eso. Lo que quiero es sentir la emoción de la aventura, ponerme a prueba y aprender. La isla no es tan importante, sino que es mi experiencia interna lo que cuenta.
      Entonces paso a buscar opciones compatibles con la maternidad que me aporten eso que mi alma anhela. Y las encuentro.
      Es mi modo de no «amuermarme» en la comodidad y no refugiarme en excusas externas para no crecer y realizar mi potencial.
      Espero te sirva. Te mando un abrazo grande y, una vez mas, gracias por enriquecer este post con tu aportación.

  5. Hola Cristina, a mi también me han diagnosticado con espondilitis anquilosante. En este momento tengo un brote de Viveros y en los últimos 6 años he tenido varios episodios de dolor (tu sabes).
    Quiero encontrar la respuesta a tu pregunta (Que beneficio oculto encuentro en la enfermedad?). Me siento perdida no se por donde empezar. Lo único que se sé es que quiero curarme, sentirme liberada de esto y ser capaz de tomar las riendas de mi vida sin dolor sin miedo.
    Desde México, Elsa

    1. Hola Elsa
      Gracias por compartir tu experiencia. Entiendo que ahora se abre ante ti un abanico inmenso de dudas y preguntas. Pero el primer paso (y es muy, pero muy importante) ya lo has dado. Que se basa en mirar hacia dentro. Dejar de buscar la causa y la solución fuera de ti y abrirte a descubrir en tu propio universo, herramientas nuevas.
      Eso es muy grande y no es sencillo, lo sé. Lo fácil es dejarse llevar por una inercia completamente distinta y basada en el miedo, el juicio, la culpa y la falta de responsabilidad.
      Mis felicitaciones. Podemos hablar de tu caso más concretamente para que empieces a situarte y a ver un poco de luz.
      Te animo a que me escribas por privado a contacto@cristinahortal.com.
      Te mando un abrazo grande.

  6. Hola Cristina,
    recién he descubierto tu web y te he descubierto a ti. Estoy indagando en tu historia y en tu experiencia, en lo que ofreces para ayudar a los que lo necesiten……
    Yo estoy atravesando una gran crisis, llevo tiempo ya, y me estoy desesperando porque no encuentro salida. Y sé que la solución a todo está en mí, en nada ni nadie más, pero me siento bloqueada, atrapada sin saber hacia dónde ir…..
    Tengo 39 años. Soy madre de un niño de 5 y medio años y una niña de 2 y medio.
    Hace dos meses dejé voluntariamente un trabajo que me hacía sentir muy muy muy frustrada. Desde que nació mi primer hijo tengo jornada reducida y desde entonces mi autoestima ha bajado a niveles irrisorios. Ya te puedes imaginar, cuando eres madre y tu prioridad ya no es estar jornadas eternas en la oficina dejas de valer, ya no puedes ocuparte de prácticamente nada, dejas de ser una pieza mínimamente importante para la empresa. Así me he pasado 5 años hasta que me he sentido tan poco cosa, tan poco útil, tan frustrada, y con la visión de que esas circunstancias no me llevaban hacia ningún sitio…. que hace dos meses decidí dar carpetazo. Necesitaba tomar una decisión drástica para que se produjera algún cambio en mi vida, por pequeño que fuera. Con mucho miedo, claro, muchísimo, porque en realidad lo hice sin tener un plan B. No sé qué voy a hacer con mi vida. Porque aunque me quiero ocupar de mi hijos (para mi es muy importante estar presente en sus vidas cada día), también quiero sentirme realizada en otras facetas, no solo la de madre. Soy una persona activa y me gusta hacer cosas, no estar quieta. Pero la maternidad te atrapa como te descuides….
    Tengo un compañero, el padre de mis hijos, que tiene muchas cosas buenas, es una gran persona, pero como siempre tiene que haber una tara…. le dedica excesivo tiempo a su trabajo. Y cuando digo excesivo es real…… De lunes a viernes pasa de 12 a 14 horas fuera de casa, y algunas temporada incluso más. Esto quiere decir que la crianza la vivo en soledad absoluta, y a veces es muy duro.
    Así que tengo tal negatividad, lo veo todo tan mal, me veo tan enfangada…… que no sé por dónde empezar. Me siento fracasada laboralmente, quiero cambiar el rumbo, quiero reinventarme y no hacia dónde ni qué…. la maternidad en la más completa soledad (no tengo familia que me apoye en la ciudad en la que vivo) me lleva al límite cada día, no estoy a gusto con mi compañero pues me siento diariamente abandonada……. Es que como si necesitase resetear, recuperarme a mi misma, vivir cosas nuevas en mi vida….. y la atadura de los niños y mi situación laboral en interrogante no me dejase despegar.
    Me siento muy mal. Necesito ver qué doy pasos, que hago algo para cambiar las cosas…… y sé que no lo estoy haciando. La única decisión valiente que he tomado ha sido dejar mi trabajo con la esperanza de que las cosas vayan llegando…. pero muchos días me entran las dudas y los miedos resurgen con más fuerza ¿habré hecho bien? ¿y si no encuentro la salida nunca?
    Me gusta mucho tu enfonque. Voy a ahondar más en tu web esperando inspiración…….
    Saludos,

    1. Hola Mónica, muchas gracias por tus palabras y por la valentía de desnudarte así en tu comentario.
      Sin embargo, podemos hablar de forma privada si lo deseas y tratar los detalles.
      Un abrazo grande y celebro de verdad que el contenido de mi web te inspire y te recuerde que hay luz al final de túnel.

  7. Extraordinaria historia Cristina, puedo entenderte pues yo estoy pasando un proceso similar desde hacen mas de 15 años, aún no ha concluido y me siento enjaulado. Tu historia me ha emocionado mucho porque me hizo identificarme con todo lo que estoy pasando. Muchas gracias por existir.

  8. Hola mi nombre es Yanel vivo en Cuba y tengo espondilitis hace 15 anos ahora el dolor es muy grande,pero me alegra y motiva mucho ver que personas como tu se han curado,gracias por tu ejemplo y por existir

    1. Hola Yanel
      Muchas gracias por tus palabras y enhorabuena por tu búsqueda y tu apertura a enfoques nuevos. Son los primeros pasos, sin duda.
      Sé que duele, y sé que no es fácil. Y sé que la transformación que yo propongo pueda hacerse abstracta y no saber cómo aplicarlo en el caso propio. Voy a seguir creando contenido para intentar facilitar la comprensión de este camino y ofreciendo mi apoyo. Espero que mi trabajo te sea de ayuda. Un abrazo grande.

  9. Hola Cristina, mi nombre es Pablo soy de Santiago de Chile; no se como llegue aquí y estoy sorprendido con tu historia, sufro años con la compañía de la EA y estoy atrapado, he estado depresivo estos días y me siento limitado, no se por donde empezar, ojala me pudieses dedicar unas palabras…un abrazo!!

    1. Hola Pablo, lamento muchísimo que estés sufriendo.
      Sé que parece no haber salida. Ojalá el trabajo que hago sirva para que personas como tú vena un rayito de luz y puedan abrir sus corazones a nuevas posibilidades. En mi experiencia, ese es el primer paso de un viaje transformador que pueda ayudarte a reestablecer tu equilibrio en todos los niveles.
      Te animo a conocer mi historia a fondo y ver el contenido que comparto cuyo objetivo es facilitar que otros recorran el camino que yo he hecho.
      Te recomiendo especialmente este vídeo, si no lo has visto ya. Puedes suscribirte aquí a mi canal de youtube y más abajo, a mi newsletter. Para estar al tanto de mis publicaciones.
      Puedes escribirme también en privado a mi correo contacto@cristinahortal.com e intentaré contestarte de forma más concreta, según tu caso. Un abrazo grande.

  10. Hola Cristina. Nada pasa por nada y hoy te he conocido. POR ALGO SERÁ He leído tu historia. Tu fortaleza me ha dejado aún más triste. Sufro de Depresión Mayor y Ansiedad Generalizada desde hace 15 años. He probado con once psiquiatras. Creo que he llegado a tomar todos o casi todos los antidepresivos que existen en el mercado. Pero ….no me sirven. Mis miedos son más fuertes que ellos. Vivo diariamente asustada, un estado que no sé de donde viene pero que está ahí presente. Me encuentro atrapada en él y no sé salir. Me culpo constantemente por no ser capaz de buscar la Luz, y esta culpabilidad no me ayuda A avanzar. Tengo 63 años. Con una Incapacidad Laboral Absoluta desde los 48 años. en todo este tiempo he tratado con varios psicólogos , en un largo tiempo me centré en la Espiritualidad( pero no debí aprender mucho pues hoy me cuesta mucho la meditación) ,HICE técnicas como el Yoga, el Chi-kung, Eutonía…CONSTELACIONES FAMILIARES, ETC……..RECONOZCO QUE NUNCA HE DESEADO ADMITIR MI ENFERMEDAD AUNQUE SEGÚN VA PASANDO EL TIEMPO PIENSO QUE LA ACEPTACIÓN ESTÁ LLEGANDO. PODRÍAS AYUDARME ?. Saludos, Ana

    1. Hola Ana

      Da igual las terapias que hagas, y la «espiritualidad» que practiques, si usas todo eso como otro medio para escapar de ti y acabar presionándote y machacándote. Todo es muy simple, y se basa en la relación que mantienes contigo. Se puede aprender, aunque es cierto que las inercias y patrones tienen su fuerza. Así que el mejor modo de empezar es aceptando eso, abrazando eso (lo que te cuesta, lo que no te sale).
      Y puedes usar mi historia y otras similares simplemente para comprender que se puede canalizar todo tu dolor hacia algo constructivo. si lo he hecho yo, puedes tú. Somos igual, estamos hechos de lo mismo. Un fortísimo abrazo.

  11. Hola Cristina,
    Gracias por tu testimonio. Es importante ser valiente porque ayuda a los demás.
    Hace seis años que sufro espondilits anquilosante, aunque el diagnóstico ha tardado mucho tiempo.
    Ahora estoy en terapia biológica, pero el dolor persiste y empiezo a entender que la medicina no me va a resolver el problema.
    Mi vida es estable. Tengo un marido maravilloso, hijos, padres, amigos y un buen trabajo. Y a pesar de todo, siempre he sospechado que está asociada a un componente emocional.
    Hace unas semanas que sopeso buscar un buen terapeuta, pero no encuentro a ningún profesional realmente especializado en este asunto.
    ¿Me puedes decir quién te ayudó a ti? ¿Estaba en Barcelona?
    Te agradezco de antemano tu ayuda.
    Un abrazo,
    María

    1. Hola María
      Yo hago acompañamiento a personas a realizar un «viaje» de autodescubrmiento similar al que hice yo. Te dejo por aquí mi página de información sobre mi consulta.
      Yo acudí al Instituto de Enric Corbera, en Rubí. Aunque únicamente fui a una sesión grupal. Digamos que mi proceso fue un cúmulo de descubrimientos y transformaciones, más o menos «autodidactas» que, junto con esta sesión, y decisiones importantes que tomé, obraron el «milagro». Espero te sirva. Un abrazo grande.

  12. Hola desde Cuba yo estoy pasando por una situacion similar con la EA en estos momentos, llevaba 5 años con tratamiento con metrotexato hasta que me cansé , me daba unas reacciones adversas tremendas en el estómago hace un año casi que lo dejé . Ahora estoy en un brote grande como hace hace tiempo no tenía no se si es por haber dejado el citostatico estoy muy estresadocon eso para colmo me ha salido una diabetis que ya pude controlar pero se me ha revuelto el problema de la EA no puedo ni caminar las pierbas no tienen fuerza.

Responder a Cristina Hortal Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *